domingo, 26 de marzo de 2017

La técnica de los canes

El viernes 24 de marzo por la noche, pasado las 23 horas, limpiaba la parte trasera del patio. El perro Diablo había estado mal de la guata, con diarrea y vómitos, y además yo había desordenado cosas y cachureos para reordenar el patio. 
Había una tenue brisa fresca. Llegaba del lado sur de la casa, a veces del lado oeste. En un momento sentí que la brisa me trae el olor a cigarrillo de algún vecino que fuma. Recuerdo que la vecina Marcia gusta de fumar por las noches en el patio de su casa. El olor del cigarrillo se sentía diluido, quizá por la brisa. Sigo en mis tareas de ordenamiento y aseo, y al rato siento otro olor, repugnante. Estoy en la esquina trasera derecha del patio. Hay un tarro de basura que no ocupo hace tiempo, hay un tarro de metal oxidado, con restos de tubos también de metal, madera en el suelo en contacto con la tierra y humedad.
Asumo que ese olor repugnante de algo muerto proviene de ese rincón, o quizá de la diarrea con tintes de sangre de mi pobre Diablo, que el día anterior se había atorado con huesos de pollo. Inspecciono el lugar con mi nariz, a modo de perro, con ese característico snif snif de los canes, que permite refregar el olor en los sensores olfativos, para ubicar el origen y la procedencia de esa fetidez de la muerte de la carne. Siento estar cerca de encontrar el lugar de donde proviene el olor, pero pierdo el rastro.
Hago un esfuerzo de valor y coraje y acerco mi nariz a uno de los manchones de feca de mi perro. El olor que desprende no es el que siento en el aire. Doy el asunto por finiquitado, pienso que debe ser el tarro de basura que desprende ese olor y no me aventuro a abrirlo para no liberar más la pestilencia. Sigo haciendo aseo. Me cambio a otro lugar del pequeño patio de la casa, la brisa sigue soplando tenue. Me refresca.
De pronto siento ese olor a muerte cerca de mí. Mi cuerpo se pone alerta, siento mi piel erizada. El olor está muy cerca, quizá rodeándome. Me pregunto si puedo estar tan fétido. Examino mi ropa con mi nariz. Miro en rededor y busco en mi memoria si he visto alguna paloma u otro animal muerto en los techos vecinos. Nada. Estoy tenso, alerta. Muevo mi mano, buscando medir la realidad. Siento la energía que anima mis miembros. Voy rápidamente al rincón del tarro de basura, aplico la técnica canina del snif snif y no hay olor ahí!!! La pestilencia me sigue!!!
Estoy desconcertado. Vienen a mi pensamiento las historias de quienes han estado en contacto con apariciones demoníacas, expresando con terror que hay un olor fétido junto a la presencia de índole maligna. También aparece la imagen de mi mujer diciéndome el día anterior que había un olor desagradable en la cocina, pero que yo no sentí.
Vuelvo a mi realidad presente. Busco equilibrio, para no caer en la paranoia, pero el hedor sigue en rededor. No tengo parámetros para ubicarme en algún punto de la razón. No tengo explicación para describir en forma exacta  el hedor. Sólo quedan en mi pensamiento cuentos supersticiosos, sin mi intervención, luchando por ganar un lugar importante en un momento sin sentido, mientras hago esfuerzos por volver a mi mundo de falsedades seguras.